viernes, 20 de marzo de 2020

¿Por qué sigo creyendo en Dios? Más allá de la cienciología


Este artículo es una continuación del publicado en el Blog Simbiotica a finales de 2019, titulado "Vigencia de la fe".

Cito en el título la "cienciología" en cuanto viene a la memoria de la gente aquel tipo de religión que adopta en sus principios o dogmas, la ciencia en su más amplio aspecto, pero de ninguna forma hago referencia a la religión así denominada y vigente que no tiene nada que ver con lo expuesto.

El panorama presente con la crisis del Coronavirus, indica claramente la fragilidad del devenir humano, es decir, representa una cura de humildad de la pretendida superioridad de la sociedad humana sobre la naturaleza. Y no voy a relatar las otras múltiples amenazas que como la realidad actual se ciernen sobre la especie humana, entre otras (ya las explicité en el citado artículo anterior "Vigencia de la fe",  así que no volveré a repetirlas).

El misterio que representa siempre el futuro (inescrutable), no debe servirnos para justificar el presente... Precisamente, ese misterio, esa incertidumbre figura en la misma esencia del futuro...

En el conjunto de las teorías físicas, expuestas a lo largo de mis artículos, en especial los referentes al mundo cuántico, el presente, como reservorio de la acción, pose en sus seno la decantación y conformación de las "posibilidades" del azar en realidad (existencia), azar que se va abriendo hacia el futuro, ampliando posibilidades, como en un gran abanico, un árbol gigantesco con ramas que se van diversificando continuamente...

Para mí no hay una dicotomía entre fe y ciencia (su oposición ha sido una constante a lo largo de todo el periplo de la religión)... Ya expresé tal convencimiento en una de mis "Semblanzas" (ver el Blog Simbiotica): "Mis planteamientos". Y ello porque, ciencia y fe son dos elementos de la misma "estructura filosófica", que se resume en que ambas deben ir en paralelo: si nuestra creencia (fe) aparece contradictoria con el hecho científico, o se ve ante la tesitura de la realización de verdaderos malabarismos para no entrar en contradicción con los mismos, es signo de que se precisa un cambio en los principios que la sustentan; así esa construcción filosófico-metafisica presentará una creciente fortaleza.

Y la pervivencia de la creencia en Dios se sustenta (entendida esta creencia en Dios, como la creencia en la fuerza sustancial del universo, origen y fin del mismo -en esto me acerco, en cierta forma, al dios en que creía el mismo Einstein-) en la pervivencia del misterio, ese al que perseguimos y al que no logramos llegar, pues es superior a nuestras fuerzas presentes y futuras, por lo que siempre habrá un más allá.

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