lunes, 26 de julio de 2021

¡Hablamos de Dios!

La realidad y los efectos de la limitación:

Concentración en focos que restan luminosidad a cada ser individual en beneficio de "hitos" irreales  que dan más protagonismo a dichos focos.

El engranaje perfecto del universo nos hace únicos: "No hay hitos, historias que nacen de la "cortedad" (finitud del entendimiento humano)".



Hablar del Ser Supremo es hablar del infinito, de la eternidad, de la omnisciencia, omnipotencia y todos los superlativos que queramos... Pero ese no es el mundo en el que vivimos, el del tiempo y por más inri, "relativo" de acuerdo con las predicciones de Einstein, de espacios que pueden ser enormes pero limitados, de propiedades cotidianas reflejadas en le física clásica, y de otras más sorprendentes como las del mundo cuántico... Estamos en un mundo de números, de cuantos, de limitación, de incertidumbres acotadas: ¡Es nuestro mundo!

Y como el mundo, somos seres limitados tanto en tiempo (edad), como en espacio (masa y distancia), con propiedades que relacionan magnitudes imbricadas mutuamente, en el que somos parte de un conjunto, la globalidad o el Cosmos... Y en ese engranaje del conjunto, cada una de sus piezas, entre las que nos encontramos, es única (necesaria, y por tanto imprescindible).

En este otro mundo de la globalidad con mayúsculas, el hábitat de Dios, en el que tiempo y espacio dejan de tener validez, un mundo fuera de éste, todo queda regulado, no ya como un reloj, sino como un inmenso y perfecto engranaje, y donde cada parte encuentra su propio metafórico lugar, y la luz, el brillo alcanza y "reverbera" en cada ser... Al no haber limitación, no se necesitan "hitos" sobre los que construir los diferentes sistemas o modelos posibles: ¡Aquí los "hitos", las "luminarias" son todos y cada uno de los seres!... ¡No existen personajes, héroes ejemplarizantes de ninguna sociedad o conjunto! ¡No es que todos sean iguales, sino que cada uno posee su papel, su única e intransferible identidad!

¡Será que me preocupan, por mi edad, los "habitantes" de ese otro mundo, más que los de este!... Sigo en el tiempo, aún, así que ¡lo pasado ya no es, y el futuro es lo que me queda por vivir!

martes, 13 de julio de 2021

El relativismo del tiempo y su falta de esencia

 El tiempo es un "comparador". Indica relación entre los procesos, y como toda relación necesita de los "agentes implicados". Sin ellos no es nada: "falta de esencia en sí".


Y es que los procesos (movimientos) son muy variables. Demasiado cortos como la emisión de un fotón; demasiado largos como los geológicos o cosmológicos.

La vida, al menos como la conocemos, se sitúa, respecto a la dimensión tiempo, en medio de de los procesos anteriores... Y esa vida puede ser, por ejemplo, la mental, la del pensamiento... por eso se "escapa" al entendimiento humano, en un primer momento, aquellos ambos extremos referidos: lo muy corto como la desintegración atómica, o lo muy largo como el crecimiento de una cordillera.

Tenemos que hacer uso de la inteligencia, de la lógica, para poder percibir tales procesos, que por observación directa, se nos "escaparían". Y aún dentro de la vida misma, cada especie o individuo posee sus tiempos de vida característicos: grandes en muchos mamíferos como los humanos, y cortos para musarañas y multitud de insectos.

Una tabla con los diferentes procesos que se dan en la naturaleza no deja de ser esclarecedora... Y hasta los sentidos de las distintas criaturas poseen un abanico concreto donde son útiles, o donde pueden percibir; fuera del mismo se hacen inservibles. Por ejemplo, la vista solo percibe las longitudes de onda de lo visible en humanos, y no el infrarrojo o el ultravioleta.

Todo esto indica la gran diferencia entre procesos en cuanto se refiere a sus duraciones, y la constatación de la relatividad del tiempo, imprescindible, pero falto de esencia en sí... ¡Sin los elementos del mundo el tiempo no existiría!

MATERIA Y CONSCIENCIA

  El universo de Alejandro Álvarez Silva. Parte   I. Observador del "Hecho Consumado" . Parte  II . Idealismo analítico. Parte III...