Qué mejor que la perspectiva del observador que se siente alejado de la trama que se desarrolla en el escenario de la vida, sin ser influenciado directamente por la misma. La objetividad lo agradecerá. El pensamiento será mucho más libre, sin las acucias del momento.
Por eso me pongo en la perspectiva del pensador situado en un instante del futuro, analizando la situación del pasado, e hilando más el rizo, podemos analizar la situación actual si imaginariamente nos situamos en un previsible futuro, desde el que analizamos la situación actual... Todo teórico, pero para un filósofo, un pensador, muy sugerente.
Claro está, desvirtuaríamos nuestro análisis si nuestra intención es sacar rédito de tales elucubraciones: la imparcialidad se resentiría y nuestro análisis dejaría de tener valor. Por lo cual, el observador ideal sería aquel que por su naturaleza no deseara o quisiera cambiar tal pasado (algo imposible por la paradoja del abuelo). Tal circunstancia conduce a la revalorización del sabio anciano: ¡el perfecto observador al respecto! ¡Su vida es casi toda pasado, su pasado, que quiere conservar en el futuro!
Y la historia da fe de tales especulaciones: el anciano sabio de la tribu era reconocido, valorado en su justo término, como consejero para el devenir de la comunidad.
El sabio cambia de perspectiva, en ese viaje temporal, orientando en gran manera el camino a proseguir: ¡Se hace camino al andar, pero la brújula es la consciencia del viejo!
¡Un valor de la ancianidad, una donación a la comunidad!
No hay comentarios:
Publicar un comentario