Curioso, el programa "Cuarto milenio" de televisión, y en especial su director Iker Jiménez, han sido capaces de hacer que reconsidere mi posición respecto a un tema que aparte de su enjundia, encierra no pocos replanteamientos de rabiosa actualidad, puesto que toca asuntos como la actitud vegana, el amor por las mascotas, la "desarmonía" entre conciencia e impulsos inconscientes que más allá de lo propuesto por Freud, moviliza el motor de la propia vida.
Diría más, todo esto, puesto en orden, a mi parecer, resolverían unas pocas interrogantes que realmente están en el fondo encubierto de muchas de nuestra angustias... y una de ellas sigue siendo el "trance de la muerte". Tales afirmaciones, requieren, evidentemente, al menos algunas reflexiones por mi parte. Trataré de explicarme.
Nos decía Iker que existía un claro contraste entre el amor, cada día más creciente, hacia los animales, en particular nuestras mascotas, y la evidencia como animales omnívoros que somos de alimentarnos de la carne de los animales. Nos decía: ¿No puede ser una adorable mascota un cerdito de corta edad? ¿Qué le diferencia de nuestro perro o gato?...¡Una abominación para nuestra sensibilidad sería alimentarnos con los últimos!... Y racionalmente, el entendimiento, la inteligencia, nuestra conciencia nos muestran la evidencia de tales hechos... ¿La sociedad está desquiciada?... ¡Veganos y carnívoros se disputan nuestra sensibilidad!
Pero, en el mundo animal no existe tal paradoja, mas nosotros somos animales... ¿distintos?, ¿racionales?... Si es así, es esa razón la que "crea" artificialmente o no, tales paradojas.
Algo está en desintonía... Como la inconsciencia, el instinto es la base u origen del mismo sentido de la vida, no es ahí donde hay que buscar... Mucho más reciente, la razón, sería el motivo a estudiar, el meollo de nuestras sospechas... Y así lo creo, aún cuando tengamos en tan alta consideración esa parte de la inteligencia llamada consciente, con su razonamiento, su búsqueda de evidencias, de objetividades... ¡No casan muy bien consciencia y sensación (corazón)!
En la generalidad de seres vivos, si nos exceptuamos, no existe paradoja alguna: el animal mata para comer, para alimentarse, pero no mata (normalmente -las excepciones confirman la regla) a sus crías, y hasta respeta a otras especies "hermanadas" con ellos, cuando en la pura vida salvaje, las devoraría... Para el animal todo esto es lo más normal, no hay paradoja alguna, sus impulsos vitales inconscientes (instintos y otras fuerzas obran sobre él, sin menoscabo de la consciencia que, el menos muchos de ellos, poseen).
El problema es humano, y tiene que ver con su sensibilidad (el reciente reconocimiento de los animales como "seres vivos sintientes" no hace más que confirmar lo dicho).
Si la parte inconsciente del animal no es el problema (ante las citadas paradojas), y por otra parte la conciencia nos ha proporcionado un desarrollo técnico y científico suficiente para lograr dominar la naturaleza, tiene que ser la desintonía entre ambas partes la que produce los desajustes, las angustias, las paradojas.
Y así debe de ser, mas tal reconocimiento nos lleva al convencimiento de la necesidad de hacer cambios, a veces sustanciales, en nuestros comportamientos, y el primero que se me ocurre tiene que ver con la relación entre unos y otros, es decir, las relaciones sociales: ¡habría que separar razón y corazón en las mismas! ¡Dejar en el ámbito privado el corazón y en el social la razón! La relación con los demás socialmente, no debe de estar sometida a comportamientos viscerales que son el origen de sectarismos tanto en política como en religión... El comportamiento social debe regirse por leyes totalmente racionales, no viscerales, emocionales, por lo que nacionalismos extremos, racismos o cualquier tipo de odio deben de ser totalmente desterrados. Como digo, ¡no mezclemos razón y corazón! ¡Dejemos el corazón para lo individual (a semejanza del puro animal), para los asuntos personales!... Y ello incluye, por consiguiente, lo citado anteriormente en relación al "trance de la muerte"... Una cosa es el "duelo", un asunto social, y otra el "afrontar personalmente" dicho trance, puesto que: ¡Nacimos en soledad y moriremos de igual forma!... Los asuntos personales son nuestros y no de los demás... Cada cosa en su terreno: no mezclemos nuestras más íntimas sensaciones, con la razón consciente que debe regir en la comunidad, en nuestras relaciones con los demás... ¡Fuera paradojas, seamos tan inocentes como el propio animal!
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