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jueves, 20 de febrero de 2020
La conexión ibero-apalache revela el "interior" de Pangea
Pangea es solo el último de una serie de supercontinentes cuya amalgamación y dispersión han marcado la historia de la Tierra.
La recurrencia episódica del ensamblaje y la ruptura del supercontinente, se ha relacionado con la construcción de montañas a escala global, el crecimiento de la corteza, el cambio climático rápido, la evolución de la vida, los ciclos biogeoquimicos, los cambios en el nivel del mar, las grandes provincias ígneas, la circulación profunda del manto, dinámicas del núcleo del manto y perturbaciones del campo magnético de la Tierra.
Pero hay mucho debate sobre la configuración de Pangea. Dos de estas configuraciones hipotéticas clásicas son Pangea-A (propuesta por Alfred Wegener en 1912) y Pangea-B (basada en datos paleomagnéticos de Irving en 1977). En Pangea-A, el supercontinente no se deformaría internamente entre la amalgamación y la ruptura. Por el contrario, Pangea-B requiere varios miles de kilómetros de movimiento dextral de Laurasia en relación con Gondwana durante la vida útil de Pangea.
Una nueva investigación parece resolver la larga controversia de Pangea-A versus Pangea-B sobre la posición paleogeográfica de Gondwana en relación con Laurasia, así como ilustra la paleoclima y la paleogeografía de las montañas Apalaches e Ibéricas (Veriscan) a medida que se desarrollan.
Los datos de la investigación básica se basan en el estudio de rocas sedimentarias carboníferas (de unos 300 millones de años) en la cuenca del Duero de Iberia que se depositaron aproximadamente al mismo tiempo que Pangea, formadas por colisiones continentales entre América del Norte, Europa y África. En particular, sobre fósiles de la planta de semillas Lesleya en el Macizo Ibérico. Sus restos fósiles son un registro excepcional y valioso de las condiciones paleoambientales y paleoclimáticas, y han sido ampliamente documentadas en las cuencas de tierras secas de América del Norte (por ejemplo, en Pensilvania) que se extendieron por el centro de Pangea en ese momento.
Tales datos, pues, dan un "primer vistazo" del vínculo entre Iberia y los Apalaches, una conexión estable durante más de 100 millones de años. Se confirma así que Iberia y Pensilvania yacían a lo largo del mismo cinturón paleoecuatorial hace 300 millones de años, o sea, la parte central de Pangea tenía esencialmente la misma configuración desde hace 300 a 200 millones de años.
Leer el interesante artículo en: Sciencex.com.
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