miércoles, 11 de septiembre de 2024

El pensador y su dilema

 Está fuera de toda duda que el filósofo, el pensador, el científico posee un pilar fundamental que al menos "se le supone" (suena al "valor" del militar), aunque ahora parecería un tanto desdibujado, que consiste en la llamada objetividad que, ciertamente, debería adornar a todas sus aseveraciones.

Aunque, la trascendencia de lo que comunica, obviamente,  es el valor "cualitativo" de su trabajo, sin embargo ese pilar sigue siendo fundamental. De no ser así, se iría al traste hasta esa trascendencia de su exposición.

Ahora bien, no es tan fácil ser objetivo, y eso sin tener en cuenta uno de los principios básicos de la física de los cuantos: "el propio observador por el mero hecho de la medida influye en el experimento".



Así que ciñéndonos al mundo macroscópico ordinario, fuera ya del campo propio más característico de la cuántica, el observador o el hombre que busca desentrañar las leyes y hechos que constituyen la realidad, debe buscar la mayor objetividad posible para que no se enmascare el hecho real tras cuestiones mucho menos relevantes. Y en ese camino, se precisa un cierto "distanciamiento" del pensador respecto al hecho o circunstancia a estudiar... Por supuesto, ese "distanciamiento" también comprende la variante temporal.

El marco que debe presentarse al estudioso, sería el del símil del espectador ante una obra de teatro en la que él no interviene... Por ejemplo, ya desde el punto de vista espacial, cuando observamos, gracias a la pantalla del televisor, acontecimientos alejados de nosotros... Temporalmente, como si estuviéramos en el "presente" de tal escena, aún cuando los hechos o acontecimientos pertenezcan al pasado.

Ahora bien, hay una clara objeción, y es que dentro de todos esos "presentes" que corresponden a cada observación, querámoslo o no, hay uno básicamente distinto a los otros: ¡el que marca nuestra "presencia"! Ese "presente" en el que vivimos, pues está "incrustado" en nuestra propia naturaleza, así que la objetividad absoluta es imposible. Por ello el filósofo, el pensador, debe de tratar de "desprenderse" lo más posible de ese presente "particular" o "peculiar" en sus juicios y cavilaciones. En esas labores debe considerar que sólo hay un presente distinto de los demás: el que representa su "presencia" en él... El equilibrio entre "distanciamiento" y "presencia" y sus correspondientes "presentes", definirá en gran medida la valía de sus juicios, la potencia y la profundidad de su sabiduría.

Así que, ¡estamos ante un mundo ajeno, pero transido de nuestra sensación interna (presencia)!

domingo, 1 de septiembre de 2024

Infinito y Dios

 El infinito puede ser abordado desde múltiples puntos de vista, pero no es objeto de este estudio agotar todas sus acepciones. Por el contrario, me ceñiré a algo muy concreto, en especial lo que atañe, y no es poco, a su clara relación con el Ser Supremo, Dios. No obstante, no quiero inmiscuirme en cuestiones de orden teológico demasiado enjundiosas para lo que me propongo.

Mi tesis principal, y sobre las que encaminaré mis divagaciones, es que "el Infinito y Dios poseen la misma esencia", ahora bien, el infinito al que se refiere Aristóteles: "El Infinito en acción" (aunque más tarde lo refutara).

Volveré próximamente a explicitar de forma más concreta, tal referencia al filósofo estagirita.

En general se admite que existe un utópico infinito "especulativo" y un infinito práctico, más cercano a su concepto matemático, y que viene representado por el signo Ꝏ. Hay toda una teoría matemática del infinito, donde destacan los elementos o números transfinitos debidos al matemático Cantor, basada sustancialmente en el concepto de "conjunto", y en el que sus elementos son definidos por ciertas leyes, en otras palabras, cada uno de sus elementos son construidos uno a uno. Ello supone que, considerando el "tiempo real" en el que nos movemos, tal concepto de "conjunto" llega a diluirse como algo metafísico para la conciencia del humano que se circunscribe a tal ámbito.

Y vuelvo a emitir otra hipótesis: "Los infinitos son los indicios de nuestras limitaciones". Me explicaré.

En verdad hay que decir que los finitos (todo lo que nos rodea) son innumerables, es decir, ilimitados, y son los que poseen, ciertamente, la misma esencia que nos constituye: el mundo está habitado por infinidad de "entes finitos", yo diría que lo son todo. Al ser ilimitados, si imaginamos una "caja" que limite a un cierto tipo de finitos, sus teóricas paredes las denominamos "infinitos".

Mas el infinito "no existe" para el entendimiento humano: se ve continuamente desbordado por el concepto (como hemos visto, casi metafísico) del infinito. Así, podríamos decir que el infinito "no es de nuestro mundo".

Se atisba el infinito, los distintos infinitos, más allá de nuestro limitado entendimiento en cualquiera de las áreas de nuestra experiencia. Pero son límites a los que no podemos acceder.

De forma abstracta, la matemática nos hace comprender esa "posibilidad" del infinito, pero situándolo siempre más allá, como un límite, tanto en su inmensidad, como en lo infinitamente pequeño. Para Pascal, dos abismos que nos abruman porque están más allá de nuestras capacidades de comprensión, al ser inconmensurables. Y es que nos encontramos "atrapados" entre ambos, algo totalmente incomprensible.

Sí, "el infinito no es de nuestro mundo", mas el ser humano puede "intuirlo", eso sí, pero sin comprenderlo: ¡Está más allá de nuestro entendimiento! Un salto esencial separa ambos mundos: finito e infinito. Nuestro mundo está en este lado, lo finito (espacio, tiempo, materialidad): "somos incapaces de atravesar la barrera que los separa".

Entonces se plantea de inmediato: ¿Cómo puede ser la naturaleza de los seres (o ser), es decir, la esencia de quienes pudieran "habitar" el infinito? Y yendo más allá: ¿Es posible la identificación de Dios con el infinito?

La parte filosófica de la obra de Antonio Lamúa titulada "Los secretos del infinito", nos ilustra brevemente sobre la evolución filosófica que ha acompañado al concepto de infinito.



Para Aristóteles hay dos tipos de infinito. En primer lugar el infinito como proceso de crecimiento o de subdivisión sin final (infinito como potencia), y en segundo el infinito como todo o unidad, como lo realmente ilimitado (infinito como acto). La noción de infinito potencial se centra en la posibilidad de proceder siempre más allá, sin que exista un último elemento, en la recursividad interminable. No obstante, Aristóteles se negaba a aceptar la infinidad en acto.

Su razonamiento: "Todo aquello que conocemos en acto tiene límites, y los infinitos que conocemos, como la infinita divisibilidad del espacio y la infinita serie de números, son solo potenciales. Un proceso reiterativo sin fin, como la generación de números naturales, al sumar una unidad al último número, es un infinito solamente potencial, porque en cualquier momento en que nos detengamos, existe sólo un número finito de objetos. No existe un número al que sumándole uno obtengamos infinito, no existe un número infinito en acto. Cierto, ¡en nuestro mundo finito!, el que proporciona el "conocimiento humano" que poseemos: ¡El infinito está más allá de nuestro entendimiento humano!

Pero nada nos dice de la existencia en otro ámbito de ese "infinito en acto", para mí el infinito-Dios.

Claro está, para Aristóteles no pueden concebirse los números naturales como un todo (la noción de "conjunto" de Cantor). pues solo es un infinito potencial.

Y siguiendo con otros pensadores.

Voltaire nos dice: "Nuestra inteligencia no alcanza a comprender la naturaleza del espacio ni su fin, y le llamamos inmenso, porque no podemos medirlo". 

La clave de la relación entre infinito y la abstracción matemática se la debemos fundamentalmente a Luitzen Brouwer (1881-1966) -intuicionismo-. La tesis fundamental del intuicionismo matemático se basa en la afirmación de que las matemáticas están constituidas exclusivamente por un conjunto de entes construidos intuitivamente por el propio matemático sobre los que se seguirán construyendo otros mediante un sistema operacional claro, preciso y fecundo. Entonces, admite la posibilidad del infinito en potencia, es decir, dado un conjunto se puede construir otro con más elementos. Por supuesto que la postura intuicionista se niega a aceptar la existencia del infinito en acto.

Para Hegel el infinito en su conjunto puede ser considerado ante todo como una definición de lo absoluto. Y no debe ser considerado como si fuese la progresión de lo finito, que al avanzar aumenta sus límites sin cesar: ese es el infinito "malo" o falso. El infinito, según él, debe concebirse dialécticamente como realizándose en lo finito, y mediante lo finito, donde se manifiesta imponiéndose límites que, en seguida, niega: esta negación de la negación es su afirmación. Hegel nos dice que el infinito verdadero es la totalidad de los momentos del ser que se determina en cada uno de los límites puestos por el devenir universal. Para él, lo infinito no está más allá de lo finito, ni es algo vacío e indeterminado: lo infinito contiene en sí lo finito; lo infinito no es trascendente, sino inmanente en lo finito. Por eso los seres particulares -los finitos- no son sino momentos de lo infinito. El infinito es, pues, el todo o la totalidad de lo real.

Y continúa Hegel: Lo verdadero es el todo. Algo es verdad sólo en la medida en que se integra en la totalidad. Lo finito, en cuanto tal, es no verdadero, simplemente ideal, o sea, algo abstracto. Lo abstracto es una parte o momento separado del todo. sólo la totalidad concreta es la verdad.

El eminente filósofo y matemático Descartes habla de tres sustancias. La sustancia pensante (res cogitans) tiene como atributo fundamental el pensamiento o consciencia. (Recordemos su afirmación más conocida: "Cogito ergo sum" -"Pienso luego existo"-). Otra es la sustancia infinita o divina (res infinita): Dios; sustancia increada que piensa y es causa de todos los seres, y es etérea, inmutable, independiente, omnisciente, y omnipotente. El atributo de esta sustancia es, evidentemente, el infinito.

La tercera sustancia la constituyen las cosas materiales (res extensa). Su atributo es la extensión y tiene una triple dimensión: figura, posición y movimiento.

En opinión de Descartes, el alma se define por el pensamiento, y el cuerpo por la extensión. El alma percibe y sufre las pasiones (deseos, tristeza, odio...) y el cuerpo se reduce a una máquina regulada por las leyes de la física.

También habría que hacer alusión a lo que nos indican las filosofía orientales sobre el infinito, así como a la idea islamista de Alá.

Para el taoísmo sólo hay una verdad y es que el Tao es infinito, por tanto su naturaleza es infinita, y el universo se perpetúa en un tiempo infinito, sucediéndose en un bucle de creaciones y destrucciones.

Para el islam lo infinito está relacionado con el todo, al-kull. Es más, el todo es necesariamente igual al infinito, lo que implica que no hay nada fuera, no queda nada al margen; nada le es ajeno, pues lo que quedara fuera sería un límite, y tal infinito ya no lo sería, no sería indelimitable. Tal idea acompaña a la representación que el musulmán se hace de Alá, fuera del cual no hay nada, pues abarca todas las cosas.

"La inmensidad de Alá, igual que la bondad y la belleza de todo lo que se ama, está vinculada a la sensación de inquietud que produce la intuición de lo infinito."

Se subraya el carácter indefinible de Alá, su inteligibilidad, su condición de reto al entendimiento.

Resumiendo y como conclusión del artículo, vuelvo a reafirmarme en las dos hipótesis propuestas: "Dios es el infinito en acción", y "Los infinitos son los indicios de las limitaciones de nuestro entendimiento".

Con claridad, sin menoscabo de su omnipresencia:

¡Dios existe allá en el infinito!

El pensador y su dilema

  Está fuera de toda duda que el filósofo, el pensador, el científico posee un pilar fundamental que al menos "se le supone" (suen...