jueves, 24 de octubre de 2024

Pensamiento profundo, la evolución del pensamiento

 Sin otro conocimiento de los números, ¿podrían haberse concebido directamente los números imaginarios?

Es fácil ver que los números imaginarios aparecieron como una evolución natural de los números naturales y sus operaciones entre ellos: al llegar a las raíces cuadradas, por ejemplo, ¿cómo extraer la raíz cuadrada de un número negativo?. El número natural surge de añadir elementos a un conjunto. El número negativo, de extraerlos. El cuadrado de multiplicar por sí mismo el número natural. La raíz de la operación inversa a la anterior. Pues esta última operación, aplicada al número negativo, da lugar a algo que no existe en la naturaleza: el número imaginario. Una abstracción a la que se llega naturalmente siguiendo la evolución que acabo de exponer. Pues esta forma de evolución del pensamiento se da en todos los órdenes del pensamiento, de la abstracción y en multitud de áreas, aún de las más caracterizadas como ciencias exactas: matemáticas, físicas, etcétera.

Lo curioso es que si volvemos a plantearnos profundamente lo que significan los razonamientos que acabo de exponer se llega a conclusiones hartamente sorprendentes, partiendo como hemos visto de su suma sencillez.

Todo lo anterior desde un cierto punto de vista, significa que, por ejemplo, en este caso de la aparición del abstracto número imaginario, es inimaginable si no se da de alguna forma la secuencia ilustrada en mi descripción. Es decir, ello supone que el número imaginario es deudor de un tipo de planteamiento, de una cierta evolución del pensamiento que presupone un orden intrínseco necesario para el advenimiento de la abstracción número imaginario. En otras palabras: la abstracción número imaginario no se presenta por sí sola sino que tiene que ser en relación con una cierta evolución: unos elementos previos.



Pues dicho estado de cosas no solo acaece en la teoría de números, sino en una variedad de situaciones que aparecen en la misma raíz de las matemáticas, y por ende en la física. Por ejemplo, la naturaleza de los quarks, gluones, del mismo espín requirió una serie de conceptos previos sin los cuales sería inimaginable la visión actual del núcleo atómico. En resumen, en los conceptos, en las abstracciones, en los pensamientos. Aparece, entonces una evolución natural en las ideas, en los pensamientos, necesarios previamente para alcanzar otros más evolucionados, más complejos. Y esa evolución significa establecer un cierto orden en la naturaleza, pero lo curioso es lo azaroso del proceso, pues la evolución tiene mucho que ver con el azar, la falta de previsión absoluta, pues no va más allá de alguna tendencia.

Así que, y en resumen, el azar ilumina la evolución, evolución que significa la imposición de un cierto orden en el mundo, y como evolución la coordenada temporal es básica. Pues bien, como se deduce de estos razonamientos, es también la evolución del pensamiento, del mundo de la abstracción, el que se ve comprometido en el mismo sentido. De ello, por consiguiente, la esencial importancia del observador que certifica tales hechos y procesos es evidente, y con ello la conciencia del mismo, su inteligencia, su consciencia participa en el establecimiento del orden en el universo (un cierto orden, si quiera parcial); en cierto sentido, pues, en la propia creación del mundo.

Nuevamente, ¡la trascendental importancia del observador!

miércoles, 16 de octubre de 2024

Evolución sí, falso progreso no

 Evolución sí, mas el hombre no se ha ganado aún el privilegio de ser su  abanderado. Es más, dudo que alguna vez lo sea, al menos mientras no sea capaz de alejar de sí su propia autodestrucción. De forma que el hombre ya no solo es que sea un lobo para el propio hombre, sino una terrorífica alimaña contra la Evolución entera. Triste por lo que nos atañe, pero tan realista que da miedo. ¿Qué hacen esos miles de cabezas nucleares apuntando a cada una de nuestras ciudades?... ¿Será que el "progreso" trae todos estos riesgos? La Evolución debe de ser protegida.

Sabemos muy poco, sustancial, de la aparición de la vida, pero el hecho es que aquí está, y no podemos permitirnos el lujo de su desaparición... Y al respecto, no es el hombre el que me preocupa en exceso, es la vida, toda la vida con todas sus especies, etcétera.

No sabemos cómo la Evolución pudo llegar a la criatura humana con su prodigiosa mente, testigo de toda la Creación... Se opina que ha sido el resultado de innumerables hitos azarosos, uno tras otro, que hizo posible tal milagro... Pero, hoy por hoy, quién dice que el cúmulo de casualidades pueda volver a repetirse, al menos en tal secuencia... Los optimistas dicen que sí; yo no estaría tan seguro, al menos hasta que no existan pruebas irrefutables de ello, dado lo cual me considero un acérrimo defensor de la Evolución, tal como se nos presenta en el momento actual, más allá de la particular defensa del humano como tal... Y para ese menester es indudable que la criatura humana, dada su historia, encierra más peligro que si ella misma no existiera... Su pretendido progreso ¿técnico? es un arma de dos filos que los hechos confirman, pues inclina más la balanza hacia el desastre que hacia una defensa eficaz de la vida, toda la vida, por eso he propuesto una "Transición" de la sociedad actual hacia otra, ya no estrictamente humana sino la de otras criaturas vivas cuya moralidad les impida la aniquilación del uno por el otro, borrando de la faz de la Tierra y del universo entero, aquellas secuelas tan perversas.



Mis desvelos van en esa dirección: ¡El conservadurismo a ultranza de la Evolución!¡Debe ser ahora ya nuestro Evangelio!

lunes, 14 de octubre de 2024

La máquina del tiempo

 Literal: "El cerebro crea el tiempo".

Frase rotunda que merece, cómo no, su aclaración.

El cerebro, un órgano con un volumen no mayor de unas pocas decenas o centenas de centímetros cúbicos (en el humano unos 1350 centímetros cúbicos y 1500 gramos de peso), es la más maravillosa "máquina" creada por la evolución. Súper compleja, dotada de capacidades asombrosas que van desde el discernimiento, a la emoción, la voluntad o ¿el libre albedrío?

Muchas veces se le ha comparado a un ordenador altamente sofisticado, cuyas propiedades van más allá de la propia cibernética.

Gracias al cerebro, su campo mental, nos apercibimos del mundo exterior; para otros, el mundo exterior "se conforma" según sus criterios. Entre esos criterios estarían el tiempo y el espacio. En relatividad, en la que tanto se habla de espacio y de tiempo (metro y reloj), en verdad, se pasa a categoría absoluta la existencia del espacio y el tiempo (entremezclados o no), pero si ese tiempo y espacio son creados realmente por la mente humana, este absolutismo sería un "espejismo" que haría caer en su esencia los principios básicos del razonamiento aportado por Einstein en la elaboración de su teoría relativista: ¡Habría algo más básico, anterior a la "prefijación" del espacio del metro, y del tiempo del reloj, en los fundamentos del mundo!



Y es que, por ejemplo, el tiempo no es algo "aséptico" (en el sentido de algo independiente y externo a nuestra mente), independiente de nuestro entendimiento... Y con el entendimiento, en el cerebro siempre aparecen los sentimientos y las sensaciones, y esto afecta considerablemente a los recuerdos, al pasado. El tiempo pasado, los hechos acontecidos, siempre tienen un componente emocional: "Recordar tiempos pasados evoca sensaciones y emociones inseparables en esos recuerdos". Así, el cerebro es un verdadero almacén de recuerdos de pasados temporales acoplados a sentimientos, inseparablemente. Entonces, el tiempo, ese tiempo pasado, no es la dimensión aséptica que la pura física teórica propone en sus cimientos básicos.

Yo diría que tales cimientos de la física relativista (tiempo del reloj y espacio del metro), se asemejarían a conceptos puramente matemáticos (no es de extrañar, cuando se pretende que tanto la Física, como la Matemática sean ciencias exactas que se aplican indistintamente). Pero las abstracciones matemáticas son, a grandes rasgos, simples posibilidades que no dan una certeza absoluta de su existencia.

El mundo no solo está constituido por entidades matemáticas abstractas, también existen los sentimientos, las emociones, etcétera, potencialidades mentales difícilmente clasificables dentro de la estricta ciencia de lo material, y precisamente mucho de ello entra dentro del llamado campo mental... Nuestra vida posee ambas componentes: es una realidad evidente en nuestra convicción y sensación interna... Vamos que para nosotros nunca existe una pura disociación entre los elementos de la abstracción y los de la sensación. Nuestra realidad, toda la realidad contiene en todos sus elementos, partes de una y otra. Precisamente, en el cerebro conviven ambas, es su característica. De ahí que el mismo tiempo (y el espacio) esté impregnado también de las sensaciones y emociones que acompañan a los recuerdos:¡Para la mente humana (el hombre) el tiempo real es el pasado "incrustado" en su memoria!; así que el tiempo, el tiempo verdaderamente importante y trascendente para el hombre es el de su mente, y desde este punto de vista, podemos decir que el tiempo, este tiempo, es creado por la mente, el cerebro: ¡El cerebro crea el tiempo (y el espacio)! ¡El cerebro es la máquina del tiempo!

(Un estudio pormenorizado del tiempo, una verdadera revisión del tiempo, aparece en una de mis obras, "El tiempo, una revisión", cuya lectura recomiendo como ampliación de estas ideas. Leer en https://www.monografias.com/trabajos101/mi-hipotesis-tiempo/mi-hipotesis-tiempo) El tiempo

miércoles, 2 de octubre de 2024

Entrelazamiento cuántico, fenómeno empático y sensación.

 Nueva hipótesis.

Ya se que en muchos de mis artículos aparecen continuas sugerencias que, con la mayor ilusión y pretendida seriedad, solo pretenden dar ideas que puedan germinar en cerebros que consideren puedan serles útiles. No pretendo nada más, es decir, buscar una autoría que ya desde hace tiempo no persigo. Repito, tan solo buena fe, aunque en estos tiempos parezca un tanto raro. Una vez más, no hay otra pretensión.

En este mismo camino ahora propongo que suponiendo que el campo mental se soporta, al menos parcialmente, en un tipo de entrelazamiento cuántico entre neuronas, evidentemente en cooperación con otros mecanismos más conocidos, sería la empatía un vehículo de conexión (cierto tipo de conexión) entre ese entrelazamiento del campo cuántico de la mente del objeto (ser vivo) con el campo mental del observador externo: otro tipo de entrelazamiento, esta vez entre las mentes del objeto "vivo" y la del observador (¿consciente?).

También supongo, y no es poco desde luego, que la sensación interna de cada individuo, va igualmente a caballo del entrelazamiento cuántico (siquiera parcialmente) entre las neuronas (a grosso modo, sin descender aún a los microtúbulos defendidos por Penrose) que participan en el funcionamiento del cerebro (campo mental).

Entonces, esa sensación de la criatura es "trasmitida", vía entrelazamiento, al observador (consciente o no). Así, entrelazamiento cuántico, fenómeno empático y sensación estarían de algún modo interrelacionados. ¿Ciertamente, no convendría, entonces, tener en cuenta estas sugerencias?

Yo imagino que la mente de la criatura observada está de alguna forma "conectada" con la mente del observador (al menos, y como mínimo, por los cuantos de luz que procedentes del objeto -vivo- alcanzan al observador), pero tal conexión poseería distintos niveles, desde su casi ausencia hasta la conexión más profunda. En cada nivel, del cero al todo, se romperían ciertos enlaces (los enlaces caracterizarían cada una de los distintos niveles de conexión), hasta la desaparición completa de los mismos, que sería la identificación empática de la mente de la criatura objeto con la del observador sujeto. Me explicaré más claramente.

Los enlaces a los que me refiero son el conjunto de dimensiones existentes en el mundo definido por el objeto y el sujeto; todos los enlaces serían las coordenadas físicas(espacio, tiempo, campos) que definen el entorno físico (mundo), junto con otros elementos, de sujeto y objeto. La empatía sustituiría cada uno de estos enlaces por una de esas conexiones "fantasma" que acompañan al entrelazamiento cuántico: una empatía baja, quizás, solo sustituiría a un enlace (por ejemplo, el tiempo); una mayor sustituiría más enlaces (por ejemplo, espacio y tiempo, etcétera). Es como si el aumento de empatía fuese "acercando" cada vez más el objeto (criatura) al observador, desde el punto de vista de que, en realidad, los enlaces serían algo así, metafóricamente, como "palos en las ruedas" en el camino hacia la unificación entre sujeto y objeto. En el límite, empatía total, existiría una identificación completa entre ambos: sujeto y objeto serían lo mismo. En tal caso, la empatía total sería el sí mismo: El objeto es el propio sujeto: La sensación es la interna de la propia criatura, estado que se corresponde con una ausencia de enlaces, o asideros "externos" que pudieran hacer posible la autodefinición, la comprensión (científica) del propio sí mismo del individuo.



¿Qué hemos perdido y qué hemos ganado? Se ha "difuminado" la claridad, la objetividad científica del observador externo basada en la exactitud de las coordenadas físicas del mundo exterior. Algo aséptico, pero preciso, ausente de emociones y sensaciones que perturben la medida, la mirada imparcial. Por contra, esa pérdida ha supuesto la aparición de la sensación interna del sí mismo, con la dificultad añadida de una falta de orientación respecto a la ciencia tradicional. Son como polos opuestos. Lo interesante es el campo virgen que se nos presenta para el estudio de la interioridad en base al fenómeno empático.

Adoptando estas ideas, aparecen múltiples dilemas y planteamientos ya no solo filosóficos, sino metafísicos. Un campo maravilloso se abre ante nuestras mentes, cuyo meollo se resume en la conexión "entrelazamiento cuántico, fenómeno empático y sensación".

miércoles, 11 de septiembre de 2024

El pensador y su dilema

 Está fuera de toda duda que el filósofo, el pensador, el científico posee un pilar fundamental que al menos "se le supone" (suena al "valor" del militar), aunque ahora parecería un tanto desdibujado, que consiste en la llamada objetividad que, ciertamente, debería adornar a todas sus aseveraciones.

Aunque, la trascendencia de lo que comunica, obviamente,  es el valor "cualitativo" de su trabajo, sin embargo ese pilar sigue siendo fundamental. De no ser así, se iría al traste hasta esa trascendencia de su exposición.

Ahora bien, no es tan fácil ser objetivo, y eso sin tener en cuenta uno de los principios básicos de la física de los cuantos: "el propio observador por el mero hecho de la medida influye en el experimento".



Así que ciñéndonos al mundo macroscópico ordinario, fuera ya del campo propio más característico de la cuántica, el observador o el hombre que busca desentrañar las leyes y hechos que constituyen la realidad, debe buscar la mayor objetividad posible para que no se enmascare el hecho real tras cuestiones mucho menos relevantes. Y en ese camino, se precisa un cierto "distanciamiento" del pensador respecto al hecho o circunstancia a estudiar... Por supuesto, ese "distanciamiento" también comprende la variante temporal.

El marco que debe presentarse al estudioso, sería el del símil del espectador ante una obra de teatro en la que él no interviene... Por ejemplo, ya desde el punto de vista espacial, cuando observamos, gracias a la pantalla del televisor, acontecimientos alejados de nosotros... Temporalmente, como si estuviéramos en el "presente" de tal escena, aún cuando los hechos o acontecimientos pertenezcan al pasado.

Ahora bien, hay una clara objeción, y es que dentro de todos esos "presentes" que corresponden a cada observación, querámoslo o no, hay uno básicamente distinto a los otros: ¡el que marca nuestra "presencia"! Ese "presente" en el que vivimos, pues está "incrustado" en nuestra propia naturaleza, así que la objetividad absoluta es imposible. Por ello el filósofo, el pensador, debe de tratar de "desprenderse" lo más posible de ese presente "particular" o "peculiar" en sus juicios y cavilaciones. En esas labores debe considerar que sólo hay un presente distinto de los demás: el que representa su "presencia" en él... El equilibrio entre "distanciamiento" y "presencia" y sus correspondientes "presentes", definirá en gran medida la valía de sus juicios, la potencia y la profundidad de su sabiduría.

Así que, ¡estamos ante un mundo ajeno, pero transido de nuestra sensación interna (presencia)!

domingo, 1 de septiembre de 2024

Infinito y Dios

 El infinito puede ser abordado desde múltiples puntos de vista, pero no es objeto de este estudio agotar todas sus acepciones. Por el contrario, me ceñiré a algo muy concreto, en especial lo que atañe, y no es poco, a su clara relación con el Ser Supremo, Dios. No obstante, no quiero inmiscuirme en cuestiones de orden teológico demasiado enjundiosas para lo que me propongo.

Mi tesis principal, y sobre las que encaminaré mis divagaciones, es que "el Infinito y Dios poseen la misma esencia", ahora bien, el infinito al que se refiere Aristóteles: "El Infinito en acción" (aunque más tarde lo refutara).

Volveré próximamente a explicitar de forma más concreta, tal referencia al filósofo estagirita.

En general se admite que existe un utópico infinito "especulativo" y un infinito práctico, más cercano a su concepto matemático, y que viene representado por el signo Ꝏ. Hay toda una teoría matemática del infinito, donde destacan los elementos o números transfinitos debidos al matemático Cantor, basada sustancialmente en el concepto de "conjunto", y en el que sus elementos son definidos por ciertas leyes, en otras palabras, cada uno de sus elementos son construidos uno a uno. Ello supone que, considerando el "tiempo real" en el que nos movemos, tal concepto de "conjunto" llega a diluirse como algo metafísico para la conciencia del humano que se circunscribe a tal ámbito.

Y vuelvo a emitir otra hipótesis: "Los infinitos son los indicios de nuestras limitaciones". Me explicaré.

En verdad hay que decir que los finitos (todo lo que nos rodea) son innumerables, es decir, ilimitados, y son los que poseen, ciertamente, la misma esencia que nos constituye: el mundo está habitado por infinidad de "entes finitos", yo diría que lo son todo. Al ser ilimitados, si imaginamos una "caja" que limite a un cierto tipo de finitos, sus teóricas paredes las denominamos "infinitos".

Mas el infinito "no existe" para el entendimiento humano: se ve continuamente desbordado por el concepto (como hemos visto, casi metafísico) del infinito. Así, podríamos decir que el infinito "no es de nuestro mundo".

Se atisba el infinito, los distintos infinitos, más allá de nuestro limitado entendimiento en cualquiera de las áreas de nuestra experiencia. Pero son límites a los que no podemos acceder.

De forma abstracta, la matemática nos hace comprender esa "posibilidad" del infinito, pero situándolo siempre más allá, como un límite, tanto en su inmensidad, como en lo infinitamente pequeño. Para Pascal, dos abismos que nos abruman porque están más allá de nuestras capacidades de comprensión, al ser inconmensurables. Y es que nos encontramos "atrapados" entre ambos, algo totalmente incomprensible.

Sí, "el infinito no es de nuestro mundo", mas el ser humano puede "intuirlo", eso sí, pero sin comprenderlo: ¡Está más allá de nuestro entendimiento! Un salto esencial separa ambos mundos: finito e infinito. Nuestro mundo está en este lado, lo finito (espacio, tiempo, materialidad): "somos incapaces de atravesar la barrera que los separa".

Entonces se plantea de inmediato: ¿Cómo puede ser la naturaleza de los seres (o ser), es decir, la esencia de quienes pudieran "habitar" el infinito? Y yendo más allá: ¿Es posible la identificación de Dios con el infinito?

La parte filosófica de la obra de Antonio Lamúa titulada "Los secretos del infinito", nos ilustra brevemente sobre la evolución filosófica que ha acompañado al concepto de infinito.



Para Aristóteles hay dos tipos de infinito. En primer lugar el infinito como proceso de crecimiento o de subdivisión sin final (infinito como potencia), y en segundo el infinito como todo o unidad, como lo realmente ilimitado (infinito como acto). La noción de infinito potencial se centra en la posibilidad de proceder siempre más allá, sin que exista un último elemento, en la recursividad interminable. No obstante, Aristóteles se negaba a aceptar la infinidad en acto.

Su razonamiento: "Todo aquello que conocemos en acto tiene límites, y los infinitos que conocemos, como la infinita divisibilidad del espacio y la infinita serie de números, son solo potenciales. Un proceso reiterativo sin fin, como la generación de números naturales, al sumar una unidad al último número, es un infinito solamente potencial, porque en cualquier momento en que nos detengamos, existe sólo un número finito de objetos. No existe un número al que sumándole uno obtengamos infinito, no existe un número infinito en acto. Cierto, ¡en nuestro mundo finito!, el que proporciona el "conocimiento humano" que poseemos: ¡El infinito está más allá de nuestro entendimiento humano!

Pero nada nos dice de la existencia en otro ámbito de ese "infinito en acto", para mí el infinito-Dios.

Claro está, para Aristóteles no pueden concebirse los números naturales como un todo (la noción de "conjunto" de Cantor). pues solo es un infinito potencial.

Y siguiendo con otros pensadores.

Voltaire nos dice: "Nuestra inteligencia no alcanza a comprender la naturaleza del espacio ni su fin, y le llamamos inmenso, porque no podemos medirlo". 

La clave de la relación entre infinito y la abstracción matemática se la debemos fundamentalmente a Luitzen Brouwer (1881-1966) -intuicionismo-. La tesis fundamental del intuicionismo matemático se basa en la afirmación de que las matemáticas están constituidas exclusivamente por un conjunto de entes construidos intuitivamente por el propio matemático sobre los que se seguirán construyendo otros mediante un sistema operacional claro, preciso y fecundo. Entonces, admite la posibilidad del infinito en potencia, es decir, dado un conjunto se puede construir otro con más elementos. Por supuesto que la postura intuicionista se niega a aceptar la existencia del infinito en acto.

Para Hegel el infinito en su conjunto puede ser considerado ante todo como una definición de lo absoluto. Y no debe ser considerado como si fuese la progresión de lo finito, que al avanzar aumenta sus límites sin cesar: ese es el infinito "malo" o falso. El infinito, según él, debe concebirse dialécticamente como realizándose en lo finito, y mediante lo finito, donde se manifiesta imponiéndose límites que, en seguida, niega: esta negación de la negación es su afirmación. Hegel nos dice que el infinito verdadero es la totalidad de los momentos del ser que se determina en cada uno de los límites puestos por el devenir universal. Para él, lo infinito no está más allá de lo finito, ni es algo vacío e indeterminado: lo infinito contiene en sí lo finito; lo infinito no es trascendente, sino inmanente en lo finito. Por eso los seres particulares -los finitos- no son sino momentos de lo infinito. El infinito es, pues, el todo o la totalidad de lo real.

Y continúa Hegel: Lo verdadero es el todo. Algo es verdad sólo en la medida en que se integra en la totalidad. Lo finito, en cuanto tal, es no verdadero, simplemente ideal, o sea, algo abstracto. Lo abstracto es una parte o momento separado del todo. sólo la totalidad concreta es la verdad.

El eminente filósofo y matemático Descartes habla de tres sustancias. La sustancia pensante (res cogitans) tiene como atributo fundamental el pensamiento o consciencia. (Recordemos su afirmación más conocida: "Cogito ergo sum" -"Pienso luego existo"-). Otra es la sustancia infinita o divina (res infinita): Dios; sustancia increada que piensa y es causa de todos los seres, y es etérea, inmutable, independiente, omnisciente, y omnipotente. El atributo de esta sustancia es, evidentemente, el infinito.

La tercera sustancia la constituyen las cosas materiales (res extensa). Su atributo es la extensión y tiene una triple dimensión: figura, posición y movimiento.

En opinión de Descartes, el alma se define por el pensamiento, y el cuerpo por la extensión. El alma percibe y sufre las pasiones (deseos, tristeza, odio...) y el cuerpo se reduce a una máquina regulada por las leyes de la física.

También habría que hacer alusión a lo que nos indican las filosofía orientales sobre el infinito, así como a la idea islamista de Alá.

Para el taoísmo sólo hay una verdad y es que el Tao es infinito, por tanto su naturaleza es infinita, y el universo se perpetúa en un tiempo infinito, sucediéndose en un bucle de creaciones y destrucciones.

Para el islam lo infinito está relacionado con el todo, al-kull. Es más, el todo es necesariamente igual al infinito, lo que implica que no hay nada fuera, no queda nada al margen; nada le es ajeno, pues lo que quedara fuera sería un límite, y tal infinito ya no lo sería, no sería indelimitable. Tal idea acompaña a la representación que el musulmán se hace de Alá, fuera del cual no hay nada, pues abarca todas las cosas.

"La inmensidad de Alá, igual que la bondad y la belleza de todo lo que se ama, está vinculada a la sensación de inquietud que produce la intuición de lo infinito."

Se subraya el carácter indefinible de Alá, su inteligibilidad, su condición de reto al entendimiento.

Resumiendo y como conclusión del artículo, vuelvo a reafirmarme en las dos hipótesis propuestas: "Dios es el infinito en acción", y "Los infinitos son los indicios de las limitaciones de nuestro entendimiento".

Con claridad, sin menoscabo de su omnipresencia:

¡Dios existe allá en el infinito!

martes, 30 de abril de 2024

Metamorfosis de la vida: !Elogio de la temporalidad!

 Primavera: ¡La eclosión de la vida!



¡Tanto buscar la eternidad!... Sin embargo, tiene visos de lo mortecino, de la imposibilidad en el tiempo, de falta de movimiento, movilidad, lo que supone, también, ausencia de efusividad, de espontaneidad, de brillo, de surgimiento de algo, de brotes de vitalidad, de renacimiento de la vida.

¡La temporalidad es la matriz de la vida!, pues aunque lleva en sí un punto de disgregación, de hundimiento en la profundidad hacia el aborrecido nihilismo, también hace posible el surgimiento de la vida, la explosión de vitalidad, la renovación absoluta, el súbito alejamiento de aquella nada mortecina hacia la plenitud de lo vivo, renacimiento espectacular... No solo nuevos bríos, sino una creación nueva, como si el mundo empezara de nuevo: ¡el mito de la Creación original nuevamente repetido a cada primavera: ¡Yo si amo lo temporal!¡El eterno retorno de la vida!

Pensamiento profundo, la evolución del pensamiento

  Sin otro conocimiento de los números, ¿podrían haberse concebido directamente los números imaginarios? Es fácil ver que los números imagin...