lunes, 24 de marzo de 2025

CONCIENCIA DEL UNIVERSO

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En otro planeta, evidentemente, con una secuencia distinta de procesos aleatorios para conseguir la diversidad hereditaria y, por supuesto, con un medio ambiente diferente que selecciona combinaciones concretas de genes, las probabilidades de encontrar seres "físicamente" muy semejantes a nosotros deben de ser casi nulas, pero las probabilidades de encontrar otra forma de inteligencia no lo son, aún cuando sus "neuronas" fueran muy distintas. Nos dice Carl Sagan en su obra "Cosmos", que "puede haber planetas en los que los seres inteligentes tengan 10 elevado 14 conexiones neuronales como nosotros, pero puede haber lugares donde el número sea 10 elevado a 24 o 10 elevado a 34".

Vemos, pues, que la evolución, al menos, ¡cómo no!, en nuestro planeta Tierra logró hacer los pasos precisos para construir el maravilloso cerebro humano, tras una interminable secuencia de hitos azarosos que lo hicieron posible. Y es tal su complejidad que aún hoy somos incapaces de explicar en detalle su funcionamiento interno, hasta el punto de poder explicar la aparición en su seno de la consciencia, de la misma "psiquis animal".

Soy de la opinión, cada vez más sospechosamente evidente, que en la interpretación de la psiquis, la mente y la consciencia, la componente cuántica desempeña un cierto papel, que cualitativamente sería la conexión imprescindible para que la propia materia (el cerebro y sus neuronas) pueda hacerse consciente de sí misma, de "sentirse" a sí misma, de ser el verdadero "asentamiento" de su individualidad. Las propiedades cuánticas como entrelazamiento y superposición encerrarían en sí la magia de lo que llamamos "la qualia", haciendo posible el campo mental. Por supuesto, otros principios más clásicos, explicados por la neurología, representarían la otra parte necesaria para que tal admirable conjunto de cualidades pudieran expresarse.

La ciencia mantiene una febril actividad en pos del discernimiento del preciso proceso que haría posible la intervención fehaciente del mundo cuántico en el cerebro. Muchos experimentos apuntan a ello, en la búsqueda de unas interconexiones muchísimo más rápidas que las propias sinapsis de las neuronas. Velocidad necesaria para la formación de pensamientos y sensaciones, secuencia procesal oportuna para que ello tenga lugar. No creo que haya que esperar mucho tiempo para que todo ello se confirme.

En mis especulaciones (al no poder confirmar de manera totalmente objetiva lo expresado anteriormente) doy por sentado esta posibilidad, para poder explicar todo lo que viene a continuación.

Así, hago la hipótesis de que un cierto tipo de entrelazamiento cuántico entre las mentes de ciertos individuos, podría explicar la empatía, más allá de las ya encontradas neuronas espejo.

Pues, ahondando en la misma idea, ¿existiría un cierto entrelazamiento cuántico que explicaría "la conciencia del universo"? Por supuesto, sentando primero las bases de su existencia.

El hombre puede conocerse a sí mismo, al menos parcialmente, lo que constituye su "autoconsciencia". Esa consciencia de la propia consciencia es lo que llamamos "conciencia".

¿Cómo podría ser posible la existencia de esa consciencia universal?... La consciencia de sí mismo permite la aparición en el hombre, como acabo de decir, de la "conciencia". Entonces, para que el universo poseyera una conciencia precisaría "conocerse a sí mismo", ¿pero cómo?...

Sería necesario que sus propios componentes o elementos fueran conscientes de la propia realidad constitutiva del universo... Y a sí parece, pues, ¿no es la criatura humana el ojo "auscultador" del propio universo?... Uno de sus elementos observa su totalidad (del universo). Y el conjunto de sus elementos, teóricamente, sí podría observar toda la totalidad. En otras palabras: "El universo (sus ojos que son los de las criaturas con sus mentes) se observa a sí mismo". "Se hace consciente de sí mismo", ¿no es eso una conciencia? ¡La conciencia del universo!




La evolución del propio universo ha sido capaz de construir criaturas, sus hijos, capaces de observar la grandiosidad de toda la obra, del universo conjunto, consciencia de su propia existencia, una "supraconsciencia universal". Todo el cuadro cosmológico aparece en todo su esplendor.

Se me podría decir que cada individuo, como observador, apreciaría una realidad propia como suponen las últimas experiencias e interpretaciones de la mecánica cuántica. Cada una de las criaturas se apercibiría de una realidad propia, pero ninguna de ellas se contrapone a las de las otras criaturas u observadores, por tanto la mente de todas esas criaturas, en conjunto obtendrían la imagen de la realidad total que conformaría el universo. Resultado: "El universo se observa a sí mismo". El universo poseería una "conciencia universal": la "supraconsciencia".

En verdad, muchas cosas "no sabemos"; por ello andamos en la especulación, pero me gusta imaginar que todo ello supone un camino hacia la verdadera realidad, la realidad del universo.

Persisten muchas incógnitas. Entre ellas: ¿Qué es la "nada"?... El vacío físico se define como una negación, una "eliminación de elementos", para lo cual es necesario conocer la totalidad de los elementos que existían anteriormente... La "nada" sí supone la eliminación absoluta de todos los elementos que "en realidad" desconocemos. Pero el mundo existió porque en esa nada absoluta, no obstante, existía la "propensión" a durar (instinto de conservación primordial). Y es que existen varias nadas: la del origen y las posteriores (que acaecen después de los distintos óbitos de cada criatura), relativas a las circunstancias de cada momento.

Aprovecho, aunque sea algo marginal a lo antedicho, que el reciente paradigma social llamado Woke, y su aparente caída (al menos en buena parte del mundo), no es que se asemeje al "anticristo" del filósofo Frederic Nietzsche, sino a un anticristo demoníaco que pretendía sumergir en las tinieblas a la propia conciencia universal.

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La grandiosidad del Creador del universo se refleja en ese infinito de los infinitos, que constituye aquella Potencia que llamamos Dios, confundida con la propia Creación (¿El dios de Spinoza, tal vez?).

Una Cosmovisión alucinante, en la que una "Nada" en mayúsculas, condensado de todas la probabilidades futuras, junto con "la propensión a durar", a conservarse y afianzarse en dirección hacia el futuro, produjeron la evolución creativa, en un principio puramente inconsciente, hasta hacerse consciente en los ojos de sus descendientes criaturas que con sus ojos, cual faros de la creación, y su consciencia individual incipiente, hicieron consciente al propio universo; el dios de Spinoza se hizo autoconsciente, iluminando el camino a todo lo creado, con una progresión que, quizás por amor se inmoló y se inmolará en sucesivos períodos, haciendo posible una creación continua de criaturas que en dirección hacia el infinito, forman parte de los seres conscientes componentes de la "consciencia universal" (Dios).

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La Creación, pues, posee tres grandes hitos que a modo de columnas sostienen todo el proceso. A saber: la Nada, el Azar y la Conciencia "lumínica". Los dos primeros poseen la característica de la inconsciencia. El tercero es el logro final de la evolución, aquella Consciencia Universal capaz de realizar el sublime acto de su "autoinmolación", haciendo así posible la aparición de nuevos seres conscientes, en lo que podría asemejarse al antiguo mito del "eterno retorno creador".

Poe encima de todo, y "acogiendo" a todas esas criaturas ya creadas, fuera del proceso expuesto, ¿existiría una criatura superior a todos esos infinitos?... Nuevamente, pura especulación, ¿terreno de los sueños y aspiraciones religiosas? Una formidable incógnita queda en el ambiente.

Parte del trabajo del autor titulado "Conciencia del Universo" que puede leerse completo en Archivos del grupo de Facebook "Consciencia Universal Majadahonda".

jueves, 26 de diciembre de 2024

¡Trascender el presente!

Nada más lejos de los tiempos actuales, de sus modos y del comportamiento social.

 Un tema abordado en profundidad en obras como la magistral de Heidegger "El ser y el tiempo", y modestamente en mi propia obra "El ser y la vida". Por cierto, tocado y no de forma intrascendente en otras obras de carácter filosófico ya que, en opinión de Heidegger, puede ser abordado tanto desde el punto de vista óntico como ontológico, en sus disquisiciones entre el Ser y el ente, este último tan unido a la realidad actual, el presente, un concepto puramente óntico.



En la visión de Heidegger, el Dasein trasciende al propio tiempo como presente, el instante, sobre el que está edificada toda ciencia, en otras palabras, el espacio puntual del metro, y el tiempo del reloj, como bases de la experiencia física, del propio experimento.

En mi citada obra, "El ser y la vida" (editorial digital Lulu) , se hace un estudio serio y profundo sobre el tiempo y su trascendental influencia en la construcción del Ser, más allá de los propios entes de Kant.

Pero ese riguroso estudio no es fielmente comprendido por muchas mentes que ven en ello una simple cuestión filosófica fuera de lo que es la ciencia clásica más admitida, sobre todo por muchos de aquellos que se autodefinen como científicos. Debido a ello, considero necesario establecer, sin asomo de dudas, la posibilidad de poder "trascender el presente" con expresiones más comunes, fuera del propio ámbito filosófico, pero a que a la vez no supongan merma de su irreprochable contundencia.

Aunque se toma al presente como el ámbito de la actividad del sujeto sobre su entorno, la no superación de tal límite dejaría sin explicación la realidad del Ser como Dasein, en otras palabras, la verdadera esencia del hombre en su completitud sensorial, emocional, etcétera.

Así, aún cuando pueda decirse aquello de que el pasado no existe porque "ya fue", y el futuro "aún no es", el presente se mueve, más o menos "dilatado" entre ambos conceptos temporales, así que en el límite, podría anularse totalmente su duración temporal... Mas nuestra experiencia nos indica, fuera de toda duda, la realidad de tal presente, hasta el punto de que a veces y para bastante gente, parece vivirse permanentemente en el mismo. Eso quiere decir que tal asentamiento en esos instantes de lo que llamamos actualidad, no nos deja ver con suficiente claridad lo que significa la transcurrencia del tiempo, la evanescencia del propio presente, enclaustrado entre lo que ya no es (pasado) y lo que todavía no es (futuro).

Así, y no pocas veces, el presente, y más en estos tiempos, aparece tan abrumador que produce la angustia vital de la que nos habla Sartre y el mismo Kierkegaard. Pero, ¿cómo salir de esa angustia, de esa prisión mental que nos acongoja?... ¡Trascendiendo el presente!

Y es que el presente debe ser encasillado en lo que es, un simple instante, desvistiéndole en lo posible de esa sobrevaloración de marco de la acción... A este respecto, no deberíamos olvidar el refranero español: "Después de la tormenta, viene la calma"; o aquello de que "Dios aprieta, pero no ahoga".

Nuestra salud tanto moral, como física, requiere "trascender ese presente", sobre todo "cuando vienen mal dadas".

Ya hemos visto que lo filósofos nos recuerdan claramente que esa "trascendencia del presente", no solo es posible, sino que ocurre continuamente en la configuración del Dasein, del Ser, que lleva en su seno el tiempo, y por supuesto, no solo la fase temporal presente, sino la de de toda la vivencia del individuo, un claro salto sobre la limitación científica secular, incapaz de explicar lo cualitativo del ser vivo, del humano, su psiquis, su mente, la consciencia en general. y la conciencia del hombre.

Acordémonos más de la historia, de la historicidad de Heidegger. En ella todos los instantes son necesarios e imprescindibles, sin dar esa falsa importancia crucial al instante del presente (los presentes). Lo que cuenta es la vida completa del individuo, su impronta vital en el universo, la vivencia completa de una vida, la "trascendencia que cabalga sobre el presente".

Somos espectadores de tal vida, cual si fuéramos observadores externos a la misma. En ese sentido, ¡cuanto más lejanos, seremos más filósofos, más cercanos a nuestra propia naturaleza! ¡Estaremos disipando la angustia!

jueves, 24 de octubre de 2024

Pensamiento profundo, la evolución del pensamiento

 Sin otro conocimiento de los números, ¿podrían haberse concebido directamente los números imaginarios?

Es fácil ver que los números imaginarios aparecieron como una evolución natural de los números naturales y sus operaciones entre ellos: al llegar a las raíces cuadradas, por ejemplo, ¿cómo extraer la raíz cuadrada de un número negativo?. El número natural surge de añadir elementos a un conjunto. El número negativo, de extraerlos. El cuadrado de multiplicar por sí mismo el número natural. La raíz de la operación inversa a la anterior. Pues esta última operación, aplicada al número negativo, da lugar a algo que no existe en la naturaleza: el número imaginario. Una abstracción a la que se llega naturalmente siguiendo la evolución que acabo de exponer. Pues esta forma de evolución del pensamiento se da en todos los órdenes del pensamiento, de la abstracción y en multitud de áreas, aún de las más caracterizadas como ciencias exactas: matemáticas, físicas, etcétera.

Lo curioso es que si volvemos a plantearnos profundamente lo que significan los razonamientos que acabo de exponer se llega a conclusiones hartamente sorprendentes, partiendo como hemos visto de su suma sencillez.

Todo lo anterior desde un cierto punto de vista, significa que, por ejemplo, en este caso de la aparición del abstracto número imaginario, es inimaginable si no se da de alguna forma la secuencia ilustrada en mi descripción. Es decir, ello supone que el número imaginario es deudor de un tipo de planteamiento, de una cierta evolución del pensamiento que presupone un orden intrínseco necesario para el advenimiento de la abstracción número imaginario. En otras palabras: la abstracción número imaginario no se presenta por sí sola sino que tiene que ser en relación con una cierta evolución: unos elementos previos.



Pues dicho estado de cosas no solo acaece en la teoría de números, sino en una variedad de situaciones que aparecen en la misma raíz de las matemáticas, y por ende en la física. Por ejemplo, la naturaleza de los quarks, gluones, del mismo espín requirió una serie de conceptos previos sin los cuales sería inimaginable la visión actual del núcleo atómico. En resumen, en los conceptos, en las abstracciones, en los pensamientos. Aparece, entonces una evolución natural en las ideas, en los pensamientos, necesarios previamente para alcanzar otros más evolucionados, más complejos. Y esa evolución significa establecer un cierto orden en la naturaleza, pero lo curioso es lo azaroso del proceso, pues la evolución tiene mucho que ver con el azar, la falta de previsión absoluta, pues no va más allá de alguna tendencia.

Así que, y en resumen, el azar ilumina la evolución, evolución que significa la imposición de un cierto orden en el mundo, y como evolución la coordenada temporal es básica. Pues bien, como se deduce de estos razonamientos, es también la evolución del pensamiento, del mundo de la abstracción, el que se ve comprometido en el mismo sentido. De ello, por consiguiente, la esencial importancia del observador que certifica tales hechos y procesos es evidente, y con ello la conciencia del mismo, su inteligencia, su consciencia participa en el establecimiento del orden en el universo (un cierto orden, si quiera parcial); en cierto sentido, pues, en la propia creación del mundo.

Nuevamente, ¡la trascendental importancia del observador!

miércoles, 16 de octubre de 2024

Evolución sí, falso progreso no

 Evolución sí, mas el hombre no se ha ganado aún el privilegio de ser su  abanderado. Es más, dudo que alguna vez lo sea, al menos mientras no sea capaz de alejar de sí su propia autodestrucción. De forma que el hombre ya no solo es que sea un lobo para el propio hombre, sino una terrorífica alimaña contra la Evolución entera. Triste por lo que nos atañe, pero tan realista que da miedo. ¿Qué hacen esos miles de cabezas nucleares apuntando a cada una de nuestras ciudades?... ¿Será que el "progreso" trae todos estos riesgos? La Evolución debe de ser protegida.

Sabemos muy poco, sustancial, de la aparición de la vida, pero el hecho es que aquí está, y no podemos permitirnos el lujo de su desaparición... Y al respecto, no es el hombre el que me preocupa en exceso, es la vida, toda la vida con todas sus especies, etcétera.

No sabemos cómo la Evolución pudo llegar a la criatura humana con su prodigiosa mente, testigo de toda la Creación... Se opina que ha sido el resultado de innumerables hitos azarosos, uno tras otro, que hizo posible tal milagro... Pero, hoy por hoy, quién dice que el cúmulo de casualidades pueda volver a repetirse, al menos en tal secuencia... Los optimistas dicen que sí; yo no estaría tan seguro, al menos hasta que no existan pruebas irrefutables de ello, dado lo cual me considero un acérrimo defensor de la Evolución, tal como se nos presenta en el momento actual, más allá de la particular defensa del humano como tal... Y para ese menester es indudable que la criatura humana, dada su historia, encierra más peligro que si ella misma no existiera... Su pretendido progreso ¿técnico? es un arma de dos filos que los hechos confirman, pues inclina más la balanza hacia el desastre que hacia una defensa eficaz de la vida, toda la vida, por eso he propuesto una "Transición" de la sociedad actual hacia otra, ya no estrictamente humana sino la de otras criaturas vivas cuya moralidad les impida la aniquilación del uno por el otro, borrando de la faz de la Tierra y del universo entero, aquellas secuelas tan perversas.



Mis desvelos van en esa dirección: ¡El conservadurismo a ultranza de la Evolución!¡Debe ser ahora ya nuestro Evangelio!

lunes, 14 de octubre de 2024

La máquina del tiempo

 Literal: "El cerebro crea el tiempo".

Frase rotunda que merece, cómo no, su aclaración.

El cerebro, un órgano con un volumen no mayor de unas pocas decenas o centenas de centímetros cúbicos (en el humano unos 1350 centímetros cúbicos y 1500 gramos de peso), es la más maravillosa "máquina" creada por la evolución. Súper compleja, dotada de capacidades asombrosas que van desde el discernimiento, a la emoción, la voluntad o ¿el libre albedrío?

Muchas veces se le ha comparado a un ordenador altamente sofisticado, cuyas propiedades van más allá de la propia cibernética.

Gracias al cerebro, su campo mental, nos apercibimos del mundo exterior; para otros, el mundo exterior "se conforma" según sus criterios. Entre esos criterios estarían el tiempo y el espacio. En relatividad, en la que tanto se habla de espacio y de tiempo (metro y reloj), en verdad, se pasa a categoría absoluta la existencia del espacio y el tiempo (entremezclados o no), pero si ese tiempo y espacio son creados realmente por la mente humana, este absolutismo sería un "espejismo" que haría caer en su esencia los principios básicos del razonamiento aportado por Einstein en la elaboración de su teoría relativista: ¡Habría algo más básico, anterior a la "prefijación" del espacio del metro, y del tiempo del reloj, en los fundamentos del mundo!



Y es que, por ejemplo, el tiempo no es algo "aséptico" (en el sentido de algo independiente y externo a nuestra mente), independiente de nuestro entendimiento... Y con el entendimiento, en el cerebro siempre aparecen los sentimientos y las sensaciones, y esto afecta considerablemente a los recuerdos, al pasado. El tiempo pasado, los hechos acontecidos, siempre tienen un componente emocional: "Recordar tiempos pasados evoca sensaciones y emociones inseparables en esos recuerdos". Así, el cerebro es un verdadero almacén de recuerdos de pasados temporales acoplados a sentimientos, inseparablemente. Entonces, el tiempo, ese tiempo pasado, no es la dimensión aséptica que la pura física teórica propone en sus cimientos básicos.

Yo diría que tales cimientos de la física relativista (tiempo del reloj y espacio del metro), se asemejarían a conceptos puramente matemáticos (no es de extrañar, cuando se pretende que tanto la Física, como la Matemática sean ciencias exactas que se aplican indistintamente). Pero las abstracciones matemáticas son, a grandes rasgos, simples posibilidades que no dan una certeza absoluta de su existencia.

El mundo no solo está constituido por entidades matemáticas abstractas, también existen los sentimientos, las emociones, etcétera, potencialidades mentales difícilmente clasificables dentro de la estricta ciencia de lo material, y precisamente mucho de ello entra dentro del llamado campo mental... Nuestra vida posee ambas componentes: es una realidad evidente en nuestra convicción y sensación interna... Vamos que para nosotros nunca existe una pura disociación entre los elementos de la abstracción y los de la sensación. Nuestra realidad, toda la realidad contiene en todos sus elementos, partes de una y otra. Precisamente, en el cerebro conviven ambas, es su característica. De ahí que el mismo tiempo (y el espacio) esté impregnado también de las sensaciones y emociones que acompañan a los recuerdos:¡Para la mente humana (el hombre) el tiempo real es el pasado "incrustado" en su memoria!; así que el tiempo, el tiempo verdaderamente importante y trascendente para el hombre es el de su mente, y desde este punto de vista, podemos decir que el tiempo, este tiempo, es creado por la mente, el cerebro: ¡El cerebro crea el tiempo (y el espacio)! ¡El cerebro es la máquina del tiempo!

(Un estudio pormenorizado del tiempo, una verdadera revisión del tiempo, aparece en una de mis obras, "El tiempo, una revisión", cuya lectura recomiendo como ampliación de estas ideas. Leer en https://www.monografias.com/trabajos101/mi-hipotesis-tiempo/mi-hipotesis-tiempo) El tiempo

miércoles, 2 de octubre de 2024

Entrelazamiento cuántico, fenómeno empático y sensación.

 Nueva hipótesis.

Ya se que en muchos de mis artículos aparecen continuas sugerencias que, con la mayor ilusión y pretendida seriedad, solo pretenden dar ideas que puedan germinar en cerebros que consideren puedan serles útiles. No pretendo nada más, es decir, buscar una autoría que ya desde hace tiempo no persigo. Repito, tan solo buena fe, aunque en estos tiempos parezca un tanto raro. Una vez más, no hay otra pretensión.

En este mismo camino ahora propongo que suponiendo que el campo mental se soporta, al menos parcialmente, en un tipo de entrelazamiento cuántico entre neuronas, evidentemente en cooperación con otros mecanismos más conocidos, sería la empatía un vehículo de conexión (cierto tipo de conexión) entre ese entrelazamiento del campo cuántico de la mente del objeto (ser vivo) con el campo mental del observador externo: otro tipo de entrelazamiento, esta vez entre las mentes del objeto "vivo" y la del observador (¿consciente?).

También supongo, y no es poco desde luego, que la sensación interna de cada individuo, va igualmente a caballo del entrelazamiento cuántico (siquiera parcialmente) entre las neuronas (a grosso modo, sin descender aún a los microtúbulos defendidos por Penrose) que participan en el funcionamiento del cerebro (campo mental).

Entonces, esa sensación de la criatura es "trasmitida", vía entrelazamiento, al observador (consciente o no). Así, entrelazamiento cuántico, fenómeno empático y sensación estarían de algún modo interrelacionados. ¿Ciertamente, no convendría, entonces, tener en cuenta estas sugerencias?

Yo imagino que la mente de la criatura observada está de alguna forma "conectada" con la mente del observador (al menos, y como mínimo, por los cuantos de luz que procedentes del objeto -vivo- alcanzan al observador), pero tal conexión poseería distintos niveles, desde su casi ausencia hasta la conexión más profunda. En cada nivel, del cero al todo, se romperían ciertos enlaces (los enlaces caracterizarían cada una de los distintos niveles de conexión), hasta la desaparición completa de los mismos, que sería la identificación empática de la mente de la criatura objeto con la del observador sujeto. Me explicaré más claramente.

Los enlaces a los que me refiero son el conjunto de dimensiones existentes en el mundo definido por el objeto y el sujeto; todos los enlaces serían las coordenadas físicas(espacio, tiempo, campos) que definen el entorno físico (mundo), junto con otros elementos, de sujeto y objeto. La empatía sustituiría cada uno de estos enlaces por una de esas conexiones "fantasma" que acompañan al entrelazamiento cuántico: una empatía baja, quizás, solo sustituiría a un enlace (por ejemplo, el tiempo); una mayor sustituiría más enlaces (por ejemplo, espacio y tiempo, etcétera). Es como si el aumento de empatía fuese "acercando" cada vez más el objeto (criatura) al observador, desde el punto de vista de que, en realidad, los enlaces serían algo así, metafóricamente, como "palos en las ruedas" en el camino hacia la unificación entre sujeto y objeto. En el límite, empatía total, existiría una identificación completa entre ambos: sujeto y objeto serían lo mismo. En tal caso, la empatía total sería el sí mismo: El objeto es el propio sujeto: La sensación es la interna de la propia criatura, estado que se corresponde con una ausencia de enlaces, o asideros "externos" que pudieran hacer posible la autodefinición, la comprensión (científica) del propio sí mismo del individuo.



¿Qué hemos perdido y qué hemos ganado? Se ha "difuminado" la claridad, la objetividad científica del observador externo basada en la exactitud de las coordenadas físicas del mundo exterior. Algo aséptico, pero preciso, ausente de emociones y sensaciones que perturben la medida, la mirada imparcial. Por contra, esa pérdida ha supuesto la aparición de la sensación interna del sí mismo, con la dificultad añadida de una falta de orientación respecto a la ciencia tradicional. Son como polos opuestos. Lo interesante es el campo virgen que se nos presenta para el estudio de la interioridad en base al fenómeno empático.

Adoptando estas ideas, aparecen múltiples dilemas y planteamientos ya no solo filosóficos, sino metafísicos. Un campo maravilloso se abre ante nuestras mentes, cuyo meollo se resume en la conexión "entrelazamiento cuántico, fenómeno empático y sensación".

miércoles, 11 de septiembre de 2024

El pensador y su dilema

 Está fuera de toda duda que el filósofo, el pensador, el científico posee un pilar fundamental que al menos "se le supone" (suena al "valor" del militar), aunque ahora parecería un tanto desdibujado, que consiste en la llamada objetividad que, ciertamente, debería adornar a todas sus aseveraciones.

Aunque, la trascendencia de lo que comunica, obviamente,  es el valor "cualitativo" de su trabajo, sin embargo ese pilar sigue siendo fundamental. De no ser así, se iría al traste hasta esa trascendencia de su exposición.

Ahora bien, no es tan fácil ser objetivo, y eso sin tener en cuenta uno de los principios básicos de la física de los cuantos: "el propio observador por el mero hecho de la medida influye en el experimento".



Así que ciñéndonos al mundo macroscópico ordinario, fuera ya del campo propio más característico de la cuántica, el observador o el hombre que busca desentrañar las leyes y hechos que constituyen la realidad, debe buscar la mayor objetividad posible para que no se enmascare el hecho real tras cuestiones mucho menos relevantes. Y en ese camino, se precisa un cierto "distanciamiento" del pensador respecto al hecho o circunstancia a estudiar... Por supuesto, ese "distanciamiento" también comprende la variante temporal.

El marco que debe presentarse al estudioso, sería el del símil del espectador ante una obra de teatro en la que él no interviene... Por ejemplo, ya desde el punto de vista espacial, cuando observamos, gracias a la pantalla del televisor, acontecimientos alejados de nosotros... Temporalmente, como si estuviéramos en el "presente" de tal escena, aún cuando los hechos o acontecimientos pertenezcan al pasado.

Ahora bien, hay una clara objeción, y es que dentro de todos esos "presentes" que corresponden a cada observación, querámoslo o no, hay uno básicamente distinto a los otros: ¡el que marca nuestra "presencia"! Ese "presente" en el que vivimos, pues está "incrustado" en nuestra propia naturaleza, así que la objetividad absoluta es imposible. Por ello el filósofo, el pensador, debe de tratar de "desprenderse" lo más posible de ese presente "particular" o "peculiar" en sus juicios y cavilaciones. En esas labores debe considerar que sólo hay un presente distinto de los demás: el que representa su "presencia" en él... El equilibrio entre "distanciamiento" y "presencia" y sus correspondientes "presentes", definirá en gran medida la valía de sus juicios, la potencia y la profundidad de su sabiduría.

Así que, ¡estamos ante un mundo ajeno, pero transido de nuestra sensación interna (presencia)!

CONCIENCIA DEL UNIVERSO

UD6  En otro planeta, evidentemente, con una secuencia distinta de procesos aleatorios para conseguir la diversidad hereditaria y, por supue...